domingo, 26 de septiembre de 2010

Ser bajo tu nombre



Soy feliz,
Feliz bajo tu sombra

De a poquito,
Feliz bajo tu nombre,

Bajo el irreverente mar de dudas
Feliz en tu recuerdo

En tus dientes raspando la carne

Soy feliz,
Feliz bajo tu almohada

Sobre el imaginario de la noche
Feliz bajo tus manos

Bajo la sabana del tiempo
Feliz  en tu boca

En tu sinfín de colores sobre mí.



Maxi Sack
25/Sept/2010

lunes, 20 de septiembre de 2010

Jugar a la vida

Necesito una mañana fría para dejarte atada entre las sábanas, tal vez encenderle un cigarrillo a tu sombra.
Levantarme a borrar tus huellas en la habitación o bañarme con tu recuerdo, desayunarte pensando que todo este humo de café precede con naturaleza el estridente lamento del timbre, del señor que me trae el diario.

Tal vez necesite dejar de necesitarte cuando la habitación se quema, mientras los libros corren a la ventana para abrirla y mi cabeza se estrella contra una puerta, cuando tus caras se salen de las paredes y las noticias vuelan dejando una estela tan dramática…

Que con la tarde lluevan gritos y pasos que se acerquen hablando cosas indescifrables.
Que te lleven en andas mientras dure tu último espasmo.
Necesito pararme en la puerta, y con una sonrisa blanca tomar tu mano e invitarte a jugar otra vez a la vida. 

Maxi Sack
30/05/09

Un Segundo

Me pareció una eternidad, resuelta en el acto de cruzar una calle semi vacía de Miguel Grau al mediodía, un beso mañanero, tu tibieza que no se llegó a traducir durante el suspiro previo, tu olor a flor marchita y tus caricias que se debían a el modo correcto de pasar tu mano derecha por mi mejilla. Solo de ese modo podías cruzarte la habitación como un monton de palabras sordas y suavemente hundirte en mi almohada.
Cuando (lejano) divisé el decenso de tu cuerpo, como una pluma ligera en un paisaje deliberadamente gris, me invadió la extrañeza de un saberse desconocido, la ilógica comparación con los colores y los veranos pasados, la necesidad de justificar mi deseo ermitaño y la angustia que dejó lo poco representativo que fué este segundo en esta mañana.
Maxi Sack
30/01/09

No tengo ganas

Tengo que volver ahí con una respuesta
Afuera el sol, patético, sólo a través de las hojas de paraíso
Tengo que volver y marcarlas como a vacas
Con moretones, con ideología,
Marcarlas como a dulces vacas de semen de lujo
Con hojas blancas, nuevas,
Pegadas hojas de block
Con letras cayéndose como saliva,
Como pólvora
De mis fauces de perro quilombero
Ese que ningún changuito toca,
Que viejas sin sexo temen.

Tengo que cruzar en silencio
Volver con la boca cosida,
Con hilo de vientres, con lágrimas de putas latinas
Con negros en los párpados, y ladrones sin alma

Tengo que volver ahí con una respuesta a tu silencio
Y no tengo ganas.
Maxi Sack
2010-07-07

Transporte

Allá la plaza, un ritmo prolijo y cotidiano, la ronda, una cerveza que se bate de mano en mano, se calienta.
De este lado de la calle hay un gato muerto, atropellado quizás por un 110 , o un 116, o no sé, quién sabe qué otro elemento de los que componen esta acuarela, este cuadro donde yo cruzo la calle ignorando al gato y a su tufo, haciendo caso omiso a las luces, las bocinas, el viento que sopla como una flauta entre los árboles, pero arrastrándome por la melodía de los borrachos, sin detener mi marcha, odiando la cacofonía que se me afirma (o me le afirmo), las risas, bocinas, los teléfonos, los suspiros del gato, mi respiración que se agita, y, de a poco, los ruidos de la ciudad, mojados, muertos, se apagan cuando se enciende una sirena, un espectro verde y blanco que les da ese efecto de película a los payasos que ya miran desde la vereda, que ensimismados con su llanto, sus teléfonos, el cadáver marron de su fiesta, también mojado con sangre, por el hombre y el gato que observan dormir en la calle.

Des_Orden


Con la sal bañada en tierra
De un soplo vuelve al encierro.


Se acerca mi mano
 vacía,
A tu cabeza ensangrentada.


Se caen las carnes podridas.
De soles y casas heladas.

Al final el beso, y la muerte descuidan
Una lágrima intacta.


 Magia fatal.




Maxi Sack
17-06-10 

Casa Cerrada

Duerme con la más pálida de las inocencias
La casa está cerrada con una llave torcida
Duerme encerrado entre palidez y hormigón

Afuera otro pobre tiembla de un frío dulce
La casa está cerrada para el y para siempre
Afuera otro pobre llora letras, y llueve

Su lluvia colma los pastos, los tiñe de hiel
La casa está cerrada con la abulia de los mares
Afuera llueve dolor letrado por error, y el duerme

Duerme en su ahogo amargo de pared
La casa está cerrada de soledad
El duerme y los ladrillos sobre el pecho…

Afuera un pobre albañil se reconstruye
La casa se derrumba de credos y mentiras
Afuera las letras rebotan hasta la noche

Llueve y la pobreza se lleva un barrio
La casa cerrada se hunde en sangre
Mientras otro pobre y destruido se aleja.

Maxi Sack
16-07-10

Condenados

Viene despeinado, olor a viejo y a sábanas que no se lavan, chorreando dejadez.
Se ha levantado temprano, como una farsa, sin desayunar, con los dedos amarillos, los ojos ausentes.
Se mira al espejo y se quiere, adhiere a su imagen difusa, con astigmatismo, la remera rota y el pantalón sucio, el rey por la espalda, por la espada que no tiene, porque no es un caballero, no se llama Agustín o Federico, ni baila salsa o chamamé.
Ha leído pocos libros y canta la misma canción durante semanas, reniega de dios, pero cuida sus quince centavos, su incoherencia verbal.
Viene agazapado, efímero, con la lengua encerrada, las zapatillas embarradas, y los mosquitos vuelan en todas las direcciones.
Se hunde en el silencio de la silla, de la piedra fría, porque sus penales salen desviados, porque es sordo y no atiende los silbatazos, porque va a anclarse donde no se sepa una mancha de café, para cambiarse de mar, y – de una vez por todas – trazar el cordón cuneta de su final.

Maxi Sack
02/12/09

Santa Fe al 800

Camino obligado a la plaza, y como si todas las formas de trasladarse por las calles de Santiago tuvieran la impronta caída, la necedad del progreso, o una renuncia romántica a los lugares comunes de la ciudad, el caminar por Santa fe entre Sor Mercedes Guerra y Alsina merece una postal digna de museo. No se sabe empezar si un tramo induce algún pensamiento bobo, y transitarlo se convierte en el umbral de la miseria provinciana, lo cierto es que llegado el medio día acaece una dimensión extraña que más tarde se hace notar, entre los olores que disparan el culo de una panadería y un paisaje de cárcel que siempre deja su huella.

De chico me tocaba volver del colegio, tomaba una ruta extraña que excluía necesariamente el paso por Moreno, Pedro León Gallo, y cualquier otra avenida.
La mayoría de las veces el olor era impagable, los guarda cárceles - que siempre han parecido un poco trepados e incómodos sobre los muros – me distraían la mirada, y por alguna razón el calor pegaba con más fuerza en esa cuadra. Caminarla por la vereda del frente (la casa del jardín con pretensiones primaverales, la despensa, el monstruo canino detrás de unas rejas oxidadas y  la señora que habla a los gritos con sus perros) no me atraía, era imperativo padecer la cuadra por el lado de las cloacas, ya en ese tiempo disfrazadas de paseo, pero que a última fecha se ha convertido en santuario para los deudos del motín, y también un peligro desatendido para los transeúntes que se  le animan.
Después de esa jornada escolar un bicho se me había desprendido, había quedado parado en la esquina del telecentro, no sé si tenía a bien volver conmigo al almuerzo o iba a esperar mi próxima pasada cual pasajero en el andén, por lo pronto me abandonaba en brazos del calor, la pesadumbre sumada entre el cansancio, el hambre y el sueño, porque uno cuando es changuito vuelve a su casa transpirado y bostezando, tan desconforme de su suerte que ningún almuerzo alcanza, ningún premio o halago maternal.

Era necesario figurar la huída del bicho, con el paso de las cuadras, cuando después de La Rioja y antes de cruzar Alsina la conciencia de saberse caminando una aldea de cal, regresando de una lobotomía cualquiera,  cuando con tanto peso, mirar y respirar doblemente se torna una odisea; los lugares retienen una mirada para si mismos, los guardan como armas blancas, juguetes innecesarios que permiten equilibrarte por una calle, o vereda, por esta sí, nominan una suerte de libertad para el caminante, y uno va manchando de humedad el piso, batiendo el aire entre las calles y avenidas para conformar una ruleta desolada con la que alguien habrá de divertirse. Pero desde la huída de este nuevo bicho, que a diferencia de otros va a quedar representando la entrada y salida de - acaso - el único refugio para sus pares, el tránsito por esa cuadra se ha expresado con un orden natural en estos años.
 
Al caer el día cierta paz se agolpa en la cuadra, viene con el vientito, trae esa fantasía rebelde y algún suspiro gótico dejado por ahí. Podría citarse también una desconfianza sistemática a cada paso que se da, sin embargo la poca luz le hace a uno respirar el silencio, pasar desapercibido haciendo equilibrio por el cordón cuneta y zigzaguear a gusto con la impunidad que brinda una calle abandonada por el folclore y la televisión. Es entonces ahí donde la ausencia de cualquier esquema telúrico permite apreciar la deslinea de este puente entre las obligaciones diarias y la abnegación con la que se cumplen los rituales festivos de nuestra identidad, tan necesarios para la elegía callejera entre las veredas y las casas.
Con los condimentos planeando ya en la cuadra se presenta una guerra muda, la cárcel, que puede lucir naturalmente como un castillo viejo (no hay por qué revolucionar estos conceptos de antaño), las casillas en los muros adornadas con farolas, que eventualmente con una mano de la luna inician una batalla feroz contra tanta penumbra y solitud; ya encaja perfectamente con el cuadro mohoso que se para en frente. Los cordones desaparecen, el silencio deja de ser tal, y se nutre de ladridos y maullidos.

La luz de la primera farola me encandila apenas comienzo a pasar.
Entre los chasquidos de mis botas contra el suelo, los latidos que se hacen oír, los gemidos de la noche, y una respiración víctima del tabaco que con los segundos se acentúa; tallan a fuego y con vértigo una desarmonía que entona con la postal.
Otra vez la penumbra.
Hacia la otra punta no se ve nada, de la Belgrano no llegan bocinas, por Alsina no pican las motos, entonces continúo mi marcha, la ciudad me parece desierta, sus voces liberadas no corren ni saltan de vereda en vereda, diviso la sombra que me regala una luna, los guardias del muro se esconden, las estrellas.
A mitad de cuadra el frío entra como un puñal entre mis ropas, una sombra traidora que palidece ante mis ojos que se nublan, un espasmo que el silencio, ahora crudo y cómplice, guía hacia la bocacalle, mientras me apuro por llegar a la esquina donde me espera…

Maxi Sack
26-10-2009